La Centenaria Historia de los Lentes de Contacto

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Meterte un vidrio en el ojo suena a que es una mala idea. Sin embargo, en el siglo 19 algunas personas de alto nivel intelectual hacían precisamente eso.

Si no fuera por ellos, 120 millones de personas en el mundo no podrían utilizar esta maravilla de la ingeniería para mejorar su vista.

El diseño original de los lentes de contacto puede adjudicarse a Leonardo da Vinci, quien con un plato hondo con agua, inició esta extraña historia. En un manual publicado en 1509, da Vinci escribió que cuando metes la cabeza al agua, las cosas se ven diferentes. Aun no se refería a este efecto como algo que pudiera corregir la vista, pero manipular el poder de la córnea es la idea principal de los lentes de contacto.

A partir de ahí, fue una progresión natural el asumir que un pedazo de vidrio hueco con agua adentro y pegado directamente al ojo tendría un efecto interesante. El problema era que la gente no podría ni parpadear, lo cual llevó a otras propuestas que resultarían poco viables y nunca tendrían un uso práctico en el mundo real.

Básicamente, había muchas ideas locas escritas por ahí, mucho antes de que alguien siquiera intentara hacerlas realidad, así que no se obtenían ni éxitos ni fracasos.

Eso cambió en 1888 cuando el oftalmólogo Alemán Adolph Fick comenzó a fabricar lentes de contacto de vidrio soplado a la medida que después pondría en los ojos de conejos; los primeros “conejillos de indias” de esta tecnología. El diseño originalmente estaba enfocado al tratamiento de queratocono, un problema que hace que la córnea tenga forma de cono. Los lentes de contacto de vidrio tenían la función de presionar el ojo para que se hiciera más plano, no para mejorar, por ejemplo, la miopía.

De hecho, como que sí funcionó. Y como las pruebas con los conejos salieron relativamente bien, Fick probó el experimento con sus propios ojos antes de probarlos con otras personas.

Al mismo tiempo, el estudiante de medicina alemán August Muller experimentaba con discos de vidrio para mejorar su propia vista. Su tesis de 1889 concluía que aunque sí podía ponerse los lentes de contacto sin problemas, un dolor muy agudo se presentaba aproximadamente media hora después de su uso.

Dos cosas que hay que tomar en cuenta sobre estos primeros modelos de lentes de contacto de vidrio: Primero, los lentes eran enormes. Nada que ver con los lentes ligeros y pequeños que conocemos en la actualidad. Eran grandes y la forma del lente era causa del problema número dos. Los lentes de contacto estaban hechos de un material no adecuado. Los ojos necesitan oxígeno; mientras que todos los demás tejidos en el cuerpo reciben oxígeno a través de los glóbulos rojos, la córnea absorbe el oxígeno directamente de la atmósfera.

Por estas razones, muy poca gente usaba los modelos iniciales. Los ojos tolerarían cuando mucho unas 4 horas de abuso desoxigenado. No fue sino hasta 1948, cuando el optometrista Kevin Tuohy se dió cuenta por accidente que los lentes de contacto no tenían que ser tan grandes. Mientras Tuohy fabricaba los lentes con un plástico recién inventado en aquella época, la orilla de los lentes de contacto se desprendió. Esto le hizo pensar, ¿Habrá forma de que lentes de contacto de menor tamaño funcionen? Así que pulió las orillas del disco y se probó un modelo más delgado el mismo. Para su sorpresa, los lentes se mantenían en su posición incluso cuando parpadeaba.

El descubrimiento fue enorme, cambió la historia y el futuro de los lentes de contacto, pero no todo fue color de rosa. Los primeros modelos resultaron abrasivos para la sensible córnea, lo cual obviamente no era bueno. La nueva forma venía con las orillas un poco levantadas lo cual significaba que los lentes de contacto se caerían cada que tuvieran la oportunidad.

Pasaron 25 años más para que la tecnología se desarrollara lo suficiente como para que se convirtiera en una industria y los usuarios estuvieran cómodos y sin efectos secundarios mayores.

Fueron los lentes de contacto blandos los que lo lograron, y Otto Wichterle fue el inventor por casualidad. A pesar de resultados promisorios de experimentos iniciales con metacrilato de hidroxietilo, un monómero que servía bien a la hidratación del ojo, Wichterle detuvo el proyecto por órdenes de la compañía para la que trabajaba. Pero en un silencioso acto de rebeldía de parte de Wichterle, siguió los experimentos en su casa, lo cual conllevó a la creación de los lentes de contacto blandos. Su patente fue tomada por Bausch & Lomb, y en 1972 los lentes de contacto blandos y que transfieren oxígeno al ojo llegaron al mercado.

En la actualidad, 30% de todos los lentes de contacto en el mundo son blandos desechables diarios, y los de vidrio ya no existen. La próxima vez que te pongas tus lentes de contacto, disfruta que el material es suave y a tus ojos no les pasa nada. Lo mismo no pueden decir los conejos de los experimentos.

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Fuente: Gizmodo